Ay, mis ancestros!
ANNE ANCELIN SCHUTZENBERGERSomos menos libres de lo que creemos. Como eslabones de una cadena de generaciones, a veces tenemos que "pagar las deudas" de nuestros antepasados. Lo queramos o no, una especie de lealtad invisible nos impulsa a reproducir situaciones dolorosas vividas por ellos. A partir de la integración del psicoanálisis, el psicodrama y el enfoque sistémico, y con el aval de más de cincuenta años de práctica profesional, la autora de esta obra emblemática nos ofrece las herramientas para comprender los complejos vínculos que subyacen a toda estructura familiar e inciden en nuestra realidad, y así escapar de ese destino repetitivo de nuestra historia y reconquistar nuestra libertad.
Anne Ancelin Schützenberger, pionera de la psicogenealogía, introductora de ideas como el síndrome de aniversario, la deuda familiar y el genosociograma, se basó al escribir este estudio en numerosos e impresionantes casos extraídos de su larga experiencia en el análisis clínico, pero también en maravillosos ejemplos históricos y literarios, para presentar las claves de la terapia transgeneracional.La obra resultante, pieza fundamental en el desarrollo del enfoque integrativo, explica de forma clara la importancia del daño provocado por los secretos de familia y por los "no-dichos"; de esta manera expone cómo las desgracias, el sufrimiento y las enfermedades se transmiten entre generaciones y hasta qué punto la toma de conciencia sobre este proceso puede resultar liberadora.
La crítica ha dicho:
«La autora convence al lector con una apabullante serie de casos: desde pacientes tipo hasta casos canónicos como los de Rimbaud, Flaubert, Sartre, Simone de Beauvoir y el mismísimo Hergé; los pacientes y sus ascendencias constituyen el verdadero atractivo del texto, dejándole al lector esa satisfacción de confirmar que cosas como éstas pasan hasta en las mejores familias».
Página/12
«La interjección del título se refiere al alarido que se traslada de generación en generación reclamando justicia. Muchas veces es demasiado tarde, pero siempre hay algo que absuelve el resentimiento: discernir lo propio de lo heredado».
La Nación
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