Los cuentos de Los días desteñidos de Flavio Güell se sitúan en ese espacio de transición, de incertidumbre y amenaza. Las ideas permanecen como preguntas: ¿qué pasa cuando la realidad nos acostumbra a su locura? Los personajes siempre cruzan esa línea de demencia a la que los somete el entorno. ¿Tomar conciencia nos llevará a perder los estribos? ¿Tener el control es una forma de perder la empatía? Preguntas que me increpan y me alienan leyendo estos cuentos donde toda certeza es residual.
Mao Tse Tung nos dice que para conocer una pera hay que transformarla comiéndola. Y a esto los invito. Porque atravesar estos cuentos es darle paso a la extrañeza más radical, a eso que no se puede nombrar. De sus personajes sabremos poco, quizás solo lo justo, pero intuimos en el fondo de nosotros un malestar que nos es familiar y eso trae preguntas que el cuento, como buen cuento, no busca responder, solo dejar su estela de inconformidad.
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