Durante muchos siglos se consideró justo alejar a las mujeres del arte, de la escritura, de la ciencia, de la filosofía, con el pretexto de un ordenamiento natural que las destinaba a servir, gustar, callar y obedecer. Se trataba, no obstante, de un mandato misógino que venía imponiéndose a través de los siglos con una pertinacia inquebrantable.
Cuando algunas, infringiendo las prohibiciones, empezaron a atreverse a publicar, se las recibía mirando para otro lado, cuando no con burlas y reproches, y como mínimo con paternalista condescendencia. Luego ellas fueron más, y fue mayor también el número de sus adversarios.
Algunos sentían que les estaban corriendo malamente los linderos de una propiedad cuya creación y mantenimiento dependían de algo que las mujeres no y los hombres sí, tenían en cierto lugar del cuerpo, legitimando su dominio.
En este ambiente, cualquier libro de mujer era visto como insolencia y desfachatez. Pero si además impugnaba de algún modo el discurso oficial que las mandaba a los fogones, la ira subía de grado entre aquellos para quienes cuestionar el yugo implicaba en sí mismo cuestionar a Dios o a la Naturaleza. “Impúdicas”, “locas”, “indiscretas”, “prostitutas”, eran nombres que se les arrojaban como piedras de lapidación. Pero ellas siguieron allí poniéndole al mal tiempo buena tinta, aunque escribir casi solo les diera, como decía de sí misma Clarice Lispector, “la gran medida del silencio”.
Este libro cuenta al menos parte de esa historia de avances y tropezones de aquellas que se arriesgaron, en palabras de Rosario Castellanos, a introducir “su contrabando” a través de las “celosamente vigiladas” fronteras de la cultura.
Interés
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Virutas de un divorcio y lo demás son cuentosNovedadBestsellerCATALINA MURILLOPrecio regular ₡10,800 -
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